26 julio, 2006

Los autobuses II

Despues de contar lo que hacia en los autobuses, me he dado cuenta de que no he contado las tres razones por las cuales le encontre el morbo a los autobuses.

La primera razon ocurrió un día que volvia del Politecnico de Valencia. Era mi primer año de universidad, y por aquel entonces, a pesar de la edad que tenia, todavia se podía considerar que era muy... imberbe.

Vamos, que mis pensamientos, aunque ya eran obscenos y perversos, estaban teñidos por esa inocencia del descubrimento que tienen todos los jovenes adolescentes.

En aquella epoca todavia cogia un libro para volver de clase. Tres cuartos de hora en un autobus es desesperante en ocasiones. Y me sentaba al final, donde mas aglomeración de asientos hay.

Un dia, ya verano (al final del año) se sentó a mi lado una chica. Salia de Bellas Artes, o de alguna facultad cercana a la parada del autobus situada junto a dicha facultad. Al principio, ni me fije, ya que es normal que en esa parada suban bastantes chicas, y logicamente alguna se tenia que sentar a mi lado (que tampoco soy tan feo).

Sin embargo, al rato de ir sentado, levante la cabeza. En aquella época todavia creia que era posible encontrar una devorahombres que tuviera ganas de comerse a inocentes desvalidos, y por si acaso ese era el momento, levante la vista. A mi lado tenia a una chica morena, de pelo rizado y corto, y con una camiseta holgada de tirantes blanca con dibujitos.

Como no tenia pinta de tener intenciones de devorarme, seguí con mi libro, que estaba bastante interesante. Sin embargo, al poco rato me di cuenta de algo que hizo reconsiderar mi centro de atencion.

Mi compañera de asiento, debajo de esa camiseta de tirantes, no llevaba sujetador. Claro, imaginarlos la situación... yo, inocente todavia, desconocedor de la gran ciencia de la morbología, intentaba mirar a mi compañera de asiento el escote, de manera que ella no se enterara, pero ampliando lo mas posible el campo de visión.

Claro. Se entero.

Yo esperaba que se cambiara de asiento. Y no. Lo que hizo fue levantar el brazo situado junto al pasillo, y apoyarlo en el respaldo del asiento de delante. Y mis ojos se salieron de mis orbitas, porque desde ese momento, en lugar de una tela clara que tapaba dos sugerentes formas, lo que veia era un pezón puntiagudo, desafiante, oscuro... tapado al resto del autobus por la tela de la camiseta de tirantes.

18 años.

Me puse nervioso. Tanto, que el libro que tenia en mi entrepierna no podia dejar de formar ese triangulo apuntalado. Tanto que mi agitación debía de notarse a leguas, porque mi acompañante, sin bajar el brazo, no dejaba de sonreir hacia delante.

Y llego el momento de bajar del autobus. Con voz ahogada le pregunte a la chica si me dejaba salir. Ella, con una sonrisa, se puso de pie y avanzó justo al pasillo por donde yo tenia que pasar para poder llegar a la puerta y salir del autobus. Yo, con un empinamiento de 18 años, de esos que pueden llevar bolsas del super, con la bolsa de clase en una mano y el libro que estaba leyendo en la otra, me puse de pie.

Sali al pasillo, intentando taparme la erección con el libro. Ella llevaba un pantaloncito de estos de tela, donde se marcaban las bragas (todavia no habia llegado el tanga), pegado al culo, y que dejaba bastante poco a la imaginación.

Y comence a avanzar, intentando no tocarla, sujentando la erección con el libro, totalmente apurado.

Y el autobus freno. De golpe. Para evitar caerme, adelante la mano que tenia la bolsa de clase hacia el respaldo de una silla por delante de donde estaba la chica esperando a que yo pasara, y levante la mano del libro para cogerme al unico respaldo que alcanzaba, y que estaba situado justo despues de la chica.

Mi erección volvio a su posición original. Mi polla se situo en la parte exterior de uno de los gluteos del culo. Con el movimiento del frenado, note como se deslizaba recorriendo en linea recta el gluteo hasta pararse, como una vara doblada cuando se suelta y recupera su forma, en el centro de los dos gluteos.

Yo, de repente, noto como explotan dos volcanes de calor, uno en cada mejilla, debido a la verguenza. Y decido tomar el único paso que creo posible. Avanzo para salir del autobus, y mi polla, habiendose parado en un lugar calido y comodo, vuelve de repente a recorrer un camino recto por el gluteo (esta vez el otro), hasta que como un resorte sale al llegar al final de la curva.

Sin tener manera posible de esconderme, totalmente rojo de verguenza, bajo rapidamente del autobus intentando evitar mirar a nadie, sin evitar descubrir una sonrisa picara en la cara de la chica.

Si, si. Años despues, lo recordé con morbo, y fue una de las cosas que mas hizo que le encontrara gusto a esto de pasar horas en el autobus. Pero el recuerdo de lo mal que lo pase en aquel momento no me lo quita nadie.

Un beso para ellas y un guiño complice para ellos,
de vuestro Morbólogo.

05 julio, 2006

Las faldas y los autobuses

Sobre las faldas podría escribir capítulos y capítulos, pero hoy voy a centrarme en uno en concreto.

Hubo una temporada en la que me encantaba sentarme en los autobuses de cara a la gente. En la mayoria de autobuses urbanos, un par de asientos estan situados a la inversa, normalmente para aprovechar el espacio que ocupan las ruedas con un par de asientos que de colocarse de la misma forma que el resto, se perderian.

Aunque la razón de sentarme en ese asiento no era exclusivamente, como muchos pensareis perversamente, la de poder ver a traves de las faldas del resto de viajeras, voy a hablar unicamente de esa situación.

Y es que en esos asientos, podia... podia ver todo aquello que querian enseñarme. Que no solia ser mucho, pero conseguian que acabara el recorrido con un recalenton en ocasiones que no habia manera de apagar.

De acuerdo, no era siempre, y sincieramente, la mayoria de mujeres con falda tienen mucho cuidado en sentarse... castamente.

Pero otras... otras no.

Normalmente, cuando te encuentras una mujer algo exhibicionista, suele ser de unos treintaimuchos para arriba. Que yo recuerde, excepto dos gloriosos casos, el resto de mujeres que se me han exibido de alguna manera en el autobus han sido siempre mayores de trentaimuchos. Y la verdad, me encanta. Son mas... divertidas a la hora de intentar ponerme caliente.

El principio solia ser siempre el mismo, o parecido.

La mujer se sentaba. Si tenia la desgracia de ser en un lugar donde no llegaba con la vista (detras de otro asiento, o en mi misma fila), pues nada. Ajo y agua, que se le dice. Si la mujer, sin embargo, acababa en un asiento desde donde si que alcanzaba a ver, entonces el tema era otro.

Mi primer paso era conseguir que ella se fijara en mi, y descubriera que es lo que estaba intentando. Quizá fuera algo... manipulador, pero lo hacia con una gracia que dejaba bien claro mis intenciones.

Comenzaba mirandoles la entrepierna, donde la falda terminaba, y lo acompañaba con rapidas miradas al escote o a los ojos. Cuando descubría que me miraban, normalmente porque nuestras miradas se cruzaban un fugaz segundo, entonces en lugar de volver a mirar giraba la mirada hacia fuera, hacia la calle.

Ellas, supongo, tendrian la sospecha de que como me habian pillado, estaba todo avergonzado. Pero, además, con esa intención ya veia rapidamente que actitud tenian.

Algunas se ponian el bolso, alguna bolsa, o cualquier elemento disuador entre las piernas, impidiendome verles mas. Otras, con un cruce de piernas, cerraban el tema. Las menos continuaban igual o abrian ligeramente las piernas.

Lo que pasara a partir de ahi, ya dependia totalmente de ellas, ya que yo seguía con mi disimulado interes vergonzoso.

La mayoría no avanzaba de ahi. Alguna, en algun caso concreto, al levantarse para irse, abria las piernas exagerando el gesto de bajar del asiento, y me regalaba con una fugaz mirada a sus bragas que me encendian durante el resto del día.

Otras, muy pocas, abrian lentamente las piernas, creyendo tal vez que mi vista era capaz de atravesar esa oscuridad que se forma entre la falda y las piernas cuando la mujer esta sentada. Les agradezco el gesto, pero casi nunca veia nada.

Dos mujeres me hicieron un regalo maravilloso.

Una de ellas, mientras la miraba, comenzo a hacerme gestos eroticos con la lengua. Comenzó introduciendose en dedo en la boca, que continuo durante un rato simulando una mamada, mientras me miraba con ojos que a cada segundo me calentaban mas. Acabo simulando el gesto de recogerse la corrida, mientras yo intentaba disimular el hecho de tener los pantalones mojados y un bulto muy exclarecedor. Cuando pasé a su lado, levantandome para bajar, vi que sonreia con malicia.

Otra, aprovechando que el autobus estaba medio vacio y que donde estaba no le veia nadie, se levanto la falda lentamente, dejandome ver unas bragas color carne. Igual de lentamente, se las aparto a un lado y comenzo a acariciarse con parsimonia. Recuerdo que con esta mujer hice el gesto de levantarme, pero ella me hizo un gesto para que me quedara en el asiento. Así que lo hice, y pude ver como seguia masturbandose. Cuando terminó, yo estaba que derretia el asiento de plastico. Me lanzó un beso, sonrio y se bajo del autobus.

04 julio, 2006

Respuesta al polvo exhibicionista

Pues la respuesta es... no.

Ooooooooh.

La verdad es que si que he hecho cosas en sitios publicos (en otros post las comentare) pero en este caso, mi contribución a la causa del vouyerismo durante las paellas esta acotado en, unicamente, ir corriendo alegremente sin camiseta, con frases de lo mas variopintas escritas en la frente o en la espalda, mientras con una botella de agua buscaba victimas a las que empapar.

Y, aun asi, a pesar de recibir risas y venganzas de chicas que parecian mas "Miss Camiseta Mojada" que serias universitarias, alguna que otra vez he tenido que salir corriendo ante algun novio furibundo por la reciente chopada de su novia.

Que se le va a hacer. Hay gente que no tiene humor, y total, tampoco es que se vea taaaaanto.

Bueno...

Quiza...

Vereis. Resulta que hace cosa de una semana me llamo la vecina de abajo. Es una vecina de estas de unos cincuentitantos años, entrada en carnes. Lo primero que vi es que, al igual que una maruja cualquiera, llevaba uno de esos camisones gordos de verano que llevan las marujas para ir frescas por la casa sin ir en ropa interior.

De un color verde oliva, le llegaba a la altura de las rodillas.

Da igual.

Tenia unos pechos enoooormes.

Y unos pezones...

Y me hizo gracia. Vale, la señora venia porque de la bañera se me salia agua, y he llamado al seguro para que vengan. Lo han arreglado (falta que vengan los albañiles a tapar el agujero, pero casi no se nota, vamos, una de esas cosas con suerte) y ese tema ya esta terminado.

Pero es que hay que joderse.

Toda la vida intentando que se me desnude alguna de las vecinas a las que puedo acceder desde cualquiera de mis ventanas, y ahora resulta que la solucion esta en llenarle la casa de agua.

Un beso y un abrazo,
vuestro Morbólogo.