05 julio, 2006

Las faldas y los autobuses

Sobre las faldas podría escribir capítulos y capítulos, pero hoy voy a centrarme en uno en concreto.

Hubo una temporada en la que me encantaba sentarme en los autobuses de cara a la gente. En la mayoria de autobuses urbanos, un par de asientos estan situados a la inversa, normalmente para aprovechar el espacio que ocupan las ruedas con un par de asientos que de colocarse de la misma forma que el resto, se perderian.

Aunque la razón de sentarme en ese asiento no era exclusivamente, como muchos pensareis perversamente, la de poder ver a traves de las faldas del resto de viajeras, voy a hablar unicamente de esa situación.

Y es que en esos asientos, podia... podia ver todo aquello que querian enseñarme. Que no solia ser mucho, pero conseguian que acabara el recorrido con un recalenton en ocasiones que no habia manera de apagar.

De acuerdo, no era siempre, y sincieramente, la mayoria de mujeres con falda tienen mucho cuidado en sentarse... castamente.

Pero otras... otras no.

Normalmente, cuando te encuentras una mujer algo exhibicionista, suele ser de unos treintaimuchos para arriba. Que yo recuerde, excepto dos gloriosos casos, el resto de mujeres que se me han exibido de alguna manera en el autobus han sido siempre mayores de trentaimuchos. Y la verdad, me encanta. Son mas... divertidas a la hora de intentar ponerme caliente.

El principio solia ser siempre el mismo, o parecido.

La mujer se sentaba. Si tenia la desgracia de ser en un lugar donde no llegaba con la vista (detras de otro asiento, o en mi misma fila), pues nada. Ajo y agua, que se le dice. Si la mujer, sin embargo, acababa en un asiento desde donde si que alcanzaba a ver, entonces el tema era otro.

Mi primer paso era conseguir que ella se fijara en mi, y descubriera que es lo que estaba intentando. Quizá fuera algo... manipulador, pero lo hacia con una gracia que dejaba bien claro mis intenciones.

Comenzaba mirandoles la entrepierna, donde la falda terminaba, y lo acompañaba con rapidas miradas al escote o a los ojos. Cuando descubría que me miraban, normalmente porque nuestras miradas se cruzaban un fugaz segundo, entonces en lugar de volver a mirar giraba la mirada hacia fuera, hacia la calle.

Ellas, supongo, tendrian la sospecha de que como me habian pillado, estaba todo avergonzado. Pero, además, con esa intención ya veia rapidamente que actitud tenian.

Algunas se ponian el bolso, alguna bolsa, o cualquier elemento disuador entre las piernas, impidiendome verles mas. Otras, con un cruce de piernas, cerraban el tema. Las menos continuaban igual o abrian ligeramente las piernas.

Lo que pasara a partir de ahi, ya dependia totalmente de ellas, ya que yo seguía con mi disimulado interes vergonzoso.

La mayoría no avanzaba de ahi. Alguna, en algun caso concreto, al levantarse para irse, abria las piernas exagerando el gesto de bajar del asiento, y me regalaba con una fugaz mirada a sus bragas que me encendian durante el resto del día.

Otras, muy pocas, abrian lentamente las piernas, creyendo tal vez que mi vista era capaz de atravesar esa oscuridad que se forma entre la falda y las piernas cuando la mujer esta sentada. Les agradezco el gesto, pero casi nunca veia nada.

Dos mujeres me hicieron un regalo maravilloso.

Una de ellas, mientras la miraba, comenzo a hacerme gestos eroticos con la lengua. Comenzó introduciendose en dedo en la boca, que continuo durante un rato simulando una mamada, mientras me miraba con ojos que a cada segundo me calentaban mas. Acabo simulando el gesto de recogerse la corrida, mientras yo intentaba disimular el hecho de tener los pantalones mojados y un bulto muy exclarecedor. Cuando pasé a su lado, levantandome para bajar, vi que sonreia con malicia.

Otra, aprovechando que el autobus estaba medio vacio y que donde estaba no le veia nadie, se levanto la falda lentamente, dejandome ver unas bragas color carne. Igual de lentamente, se las aparto a un lado y comenzo a acariciarse con parsimonia. Recuerdo que con esta mujer hice el gesto de levantarme, pero ella me hizo un gesto para que me quedara en el asiento. Así que lo hice, y pude ver como seguia masturbandose. Cuando terminó, yo estaba que derretia el asiento de plastico. Me lanzó un beso, sonrio y se bajo del autobus.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo seria una mezcla de la penúltima y de la última de las que hablas...jijijiji
besitos

Anónimo dijo...

pero que salido estás jajajaa. un saludo

Rita Peich dijo...

habrá q empezar a plantearse lo de las faldas

Anónimo dijo...

Nunca voy en bus ni en metro ni en ningún transporte público...
Es una lástima :P
Un besazo!!

Anónimo dijo...

pues a mi me encantan las faldas pero a mi celosa pareja no asi que las evito nimodo

Anónimo dijo...

Jajajajaj me encantan tus historias, está claro que le das un puntinto diferente a los momentos cotidianos de la vida.